lunes, 10 de febrero de 2014

El rescate del ganado en las zonas inundadas es un viacrucis

El puerto Mamoré, sobre el río del mismo nombre, entre las provincias Moxos y Trinidad, es uno de los testigos silenciosos del drama diario que vive el ganado de pequeño porte afectado por las inundaciones en Beni.

Los torillos de un año o año y medio, y que hasta hace poco permanecían en buenas condiciones en los campos de recría, desde hace más de una semana que están con las patas remojando en el agua, por lo que su relocalización es una tarea inminente, de lo contrario morirán.

Pero ese traslado se ha convertido en un viacrucis en que muchos mueren en el intento. Los más pequeños están tan débiles que los ganaderos han decidido reubicarlos en alguna parte más seca hasta que repongan energías. Pero los otros, que son mayoría, se someten a un viaje de varios días que se hace casi eterno.

Los arreadores sacan a los torillos de las propiedades hasta la carretera que une San Ignacio con Trinidad y que está deshecha por la lluvia. Los pequeños animales se ven obligados a caminar casi dos días en estas condiciones, los más débiles terminan siendo arrastrados por el agua. Para colmo de males, en el camino no faltan quienes se aprovechan de la desgracia y como ‘buitres’ carnean a los animales muertos. Las reses que quedan vivas deben sacar fuerzas para salvarse.

Faltan pontones

Y el viaje continúa rumbo al puerto Mamoré. Una vez allí, otro lío es conseguir pontones para trasladarlos. El ganadero Abraham Nogales dice que deben turnarse para subir a los animales a los pontones, que son pocos. En el último traslado solo había tres, con capacidad para 500 torillos. Lo peor es cuando los torillos llegan al puerto, pues debido a su debilidad ahí muere otro tanto.

Una vez en los pontones tienen que aguantar un viaje de cuatro horas hasta que llegan a puerto Varador, ubicado en Trinidad, al otro bando del afluente. Allí los desembarcan en unos corrales, los únicos que hay en el lugar, que por las lluvias y el tránsito de ganado se han convertido en un mar de lodo donde los torillos quedan atrapados hasta subir a un camión que los trasladará a Santa Cruz.

Pero ese es otro desafío grande. Muchos animales, que ya están piel y hueso, como dice Nogales, no soportan el esfuerzo para subir al camión en medio del lodazal y son aplastados por otros, hasta que fallecen. Un animal de este porte comúnmente debe pesar entre 170 y 200 kilos, pero estos tienen menos de 140. No haberse alimentado bien durante tantos días los hace presa fácil de la anemia.

De los 800 torillos que Nogales trasladó en el último hato a Trinidad, 100 murieron en la ruta. Y esa es la historia de muchos ganaderos de la zona. Por cada torillo pierden de $us 250 a 300.

Los torillos son llevados a campos de engorde en Santa Cruz. Deben aguantar otro viaje de 14 horas en camión, lo que algunos no logran y mueren aplastados por el resto. Una vez en Santa Cruz, los animales tardan casi una semana en recuperarse del desgaste y dos meses para alcanzar su peso normal.

En las islas artificiales

En otras propiedades de la provincia Ballivián el ganado más grande continúa en islas de tierra más alta en medio de las propiedades. Pero este año la lluvia ha sido tan fuerte que desde hace días tienen el agua hasta las canillas.

Aunque algunos ganaderos hacen peripecias para sacar parte de los animales, en otros casos eso es imposible por el nivel de las aguas y solo les queda enviar gente con algunas ramas de árboles que les sirve de comida. Si bien el agua ha bajado un poco, el principal problema para estas reses es la falta de alimento






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