El 5 de febrero de 1805 en la ciudad de Los Reyes -actual Lima, Perú- el comerciante Julián García recibió la orden del virrey del Perú, José de Abascal para "llevar a España 24 vicuñas y 13 guanacos”, asegura en su nuevo libro la historiadora Laura Escobari de Querejazu.
"La reina María Luisa de Borbón de España ordenó al virrey del Perú le mande estas vicuñas porque eran animales exóticos para regalar a la esposa de (Napoleón) Bonaparte, Josefina”, dice Escobari.
Comercio intenso
El comercio entre el Virreinato del Perú y España fue intenso, asegura la especialista, quien afirma que además del oro y la plata también se enviaba lana de vicuña que se utilizaba para fabricar "telas exquisitas y, especialmente, sombreros”. Pero el transporte de animales vivos fue toda una exageración, tanto por la dificultad del transporte, como por la delicadeza de los camélidos.
Escobari encontró los documentos sobre el regalo para Madame Bonaparte cuando investigaba en el Archivo General de la Nación (AGN) de Buenos Aires, Argentina.
La razón por la cual la reina María Luisa ordenó el envío de los camélidos radicaba en que quería congraciarse con Napoleón Bonaparte, asegura la especialista en su reciente libro Producción y comercio en la historia de Bolivia colonial.
Preparativos en Lima
Según Escobari, luego de que el virrey del Perú, José de Abascal el 5 de febrero de 1805 ordenara a Julián García hacerse cargo de los animales, el 10 de febrero dispuso que estos fueran transportados a Valparaíso en una nave llamada Milagro.
Los animales fueron reunidos en Huancavelica donde "había fácil y amplia cría”. Los camélidos, desde esa población, tardaron 89 días en llegar a El Callao de donde fueron conducidos a Lima, donde permanecieron por un breve tiempo hasta que fueron embarcados rumbo a Valparaiso.
En el libro de la historiadora están consignados detalladamente los gastos que se hicieron para la manutención, así como para pagar a los ayudantes de García y a las personas que se contrataban adicionalmente para el cuidado de los animales. Por ejemplo, antes de ser embarcadas a Valparaíso, dos vicuñas escaparon y se tuvo que pagar 10 pesos a cuatro personas para que las capturaran.
Por disposiciones reales, Julián García en su travesía de Los Reyes a Buenos Aires debía ser atendido en todas las ciudades y poblaciones que atravesara. "En Los Reyes, Valparaíso, Santiago y Buenos Aires fue atendido directamente por las más altas autoridades para que sufragasen sus altos gastos”, asegura Escobari. Además, todas las cuentas de sus gastos fueron rendidas ante la Contaduría General del Consejo de Indias, "previa certificación de los ministros de las cajas reales de las ciudades que visitaba la caravana”.
Luego de embarcarse en El Callao, Julián García, sus auxiliares y los preciosos animales tardaron 60 días en llegar a Valparaíso, donde se canceló la suma de 3.200 pesos al dueño del navío Milagro, Vicente Larriba. En ese puerto, como las autoridades tenían la orden de "prestar ayuda al paso de los animales”, se dispuso que soldados descargaran a los animales del navío.
La travesía
En Valparaíso los animales fueron conducidos a la estancia El Almendral y se contrató a cinco hombres para que los cuidasen en los nueve días que la caravana descansó en la población.
Luego, la caravana debía continuar hasta la capital del Virreinato de La Plata, pasando por "Mendoza, Córdoba y La Rioja, hasta llegar a Buenos Aires”, según Escobari. Lo más complicado del trayecto fue "pasar la cordillera, a los pies del nevado Aconcagua”, pues García incluso tuvo que contratar 20 hombres para que cargaran en hombros a los animales, que estaban "muy flacos y cansados”.
En Mendoza, el encargado del transporte arrendó 20 carretas para llevar a los animales hasta Buenos Aires. El dueño de los vehículos a tracción escribió en el recibo que dio a García: "le alquilé a razón de 42 pesos cada una (…) conduciendo en ellas unos animales ‘nombrados alpacas y vicuñas’ (…) a fin de que nuestra augusta amabilísima Reina pueda obsequiar con ellas a la emperatriz de las Galias Madama Bonaparte”, se lee en el libro de la especialista.
En el trayecto de Mendoza a Buenos Aires, la caravana tuvo que detenerse en dos ocasiones por lo que se incurrió en gastos adicionales para alimentar a los animales. García tuvo que comprar 25 costales de afrecho, pues lo que traía de Lima se le había acabado; además, asegura Escobari, compró "100 fanegas de maíz, otros tantos costales de papas y pan con abundancia, porque, según dijo, los animales comían pan”.
Invasiones inglesas
El comerciante responsable del traslado detalló en un memorial todas las penurias que pasó y enumeró los elevados gastos en los que incurrió para llegar a la capital rioplatense y cumplir con la misión encomendada. Pero, aún faltaba lo peor, dice Escobari, porque "García llegó justo (a Buenos Aires) cuando empezaban los dos años de guerra con Inglaterra”.
Como cuenta la historiadora, el 28 de junio de 1806 el fuerte de Buenos Aires fue tomado por una fuerza inglesa compuesta por 1.600 hombres, embarcados en 10 naves de guerra. Ante ello, Santiago de Liniers organizó una fuerza en Montevideo que después de varios enfrentamientos expulsó a los ingleses el 12 de agosto de 1806.
El 22 de septiembre, los ingleses decidieron atacar nuevamente el Río de la Plata y "el 3 de febrero de 1807 tomaron la ciudad de Montevideo, con una operación naval y terrestre en la que tomaron parte 8.000 soldados”.
La noticia de la caída de Montevideo llegó a Buenos Aires el 5 de febrero, día en el cual el Cabildo de la capital destituyó al virrey Rafael de Sobremonte, para nombrar como como nuevo virrey a Liniers. En los siguientes meses hubo varios enfrentamientos y el recientemente nombrado virrey sufrió una derrota el 4 de julio en Plaza Miserere.
Pero a pesar de la contingencia, toda la población bonaerense se movilizó y fortificó la capital. "Se cavaron trincheras, se hicieron barricadas, y la población se levantó en armas para enfrentar a los ingleses”.
Al final, luego de una encarnizada resistencia, en la cual la población utilizó todo lo que tenía a mano, los ingleses se rindieron y se retiraron del Río de la Plata.
Penurias
Las incursiones inglesas comenzaron pocos meses después de la llegada de García, ya que la caravana llegó a Buenos Aires el 2 de diciembre de 1805.
Los gastos realizados entre diciembre de 1805 y julio de 1806 están ampliamente detallados en el libro de Escobari. Algunos de ellos estuvieron directamente relacionados con la invasión inglesa, ya que por ejemplo, se incluyeron 11 pesos que se gastaron para comprar un caballo, "porque los dos que se tenían murieron en las diligencias contra los ingleses durante los días de la invasión”. Parece ser que incluso Julián García afirmó que "se le quitaron los animales”, según la historiadora.
Pocos días después de la irrupción inglesa, el 1 de julio de 1806, los animales fueron conducidos a una quinta llamada La Florida, donde permanecieron hasta finales de aquel año. "Hubo que guardar los animales en la quinta La Florida por los dos años que duró la guerra, más otros dos, mientras se esperaba que fuera el momento propicio para emprender la gran travesía marítima de Buenos Aires a España”.
Larga espera
Luego de la expulsión de los ingleses, tuvieron que pasar dos años más para que Julián García pudiera continuar su travesía a España. Así, recién el 1 de enero de 1809 el comerciante y los animales se embarcaron rumbo al Viejo Continente.
La excesiva demora se debe a que en aquella época se debía esperar por varios meses hasta conseguir una embarcación. Además, "era preciso estar seguros de que la navegación tuviera alguna perspectiva de éxito, sin contratiempos de piratas o ataques extranjeros”, afirma Escobari. Pero también es posible, añade, que la navegación se demorara porque se aguardó que García, sus auxiliares y los camélidos estuvieran sanos y en condiciones óptimas para cruzar el Atlántico.
Luego de la partida del 1 de enero de 1809, las referencias sobre los animales y los responsables son escasas, asegura la investigadora. Lo último que se sabe es que García "estuvo de vuelta en Buenos Aires el 21 de agosto de 1809” y que todas las cuentas de los gastos fueron enviadas a la Contaduría General de Madrid.
Los animales llegaron a Madrid, pero "dadas las relaciones tensas con Francia -debido al apresamiento del rey Carlos IV y su hijo Fernando VII- la costosa colección de preciosos animales jamás sería regalada a ‘Madama Bonaparte’”, concluye Escobari en su libro.
El regalo de las vicuñas y guanacos fue una excentricidad, no sólo por la dificultad del transporte y la delicadeza de los animales, sino también por el elevado costo que representó para las Cajas Reales. Por ejemplo, según la especialista, en la década de 1770, un puente sobre el río Pilcomayo costaba 15.000 pesos, suma casi triplicada por los gastos de llevar los animales hasta Europa, los cuales ascendieron a 40.000 pesos.
"Fue todo un regalo exótico, digno de reyes”, concluye la investigadora Laura Escobari de Querejazu.
Consagrada a la historia colonial
Laura Escobari de Querejazu es doctora en historia y estudia el periodo colonial de Bolivia desde hace más de 30 años. Actualmente es directora del Instituto de Estudios Bolivianos (IEB) y docente emérita de la Carrera de Historia de la Universidad Mayor de San Andrés.
Escobari recientemente presentó su nuevo libro titulado Producción y comercio en la historia de Bolivia colonial. Siglos XVI – XVIII, en el cual además de relatar la historia de las vicuñas para Josefina, aborda el comercio que se desarrolló entre España, los Virreinatos del Perú y del Río de La Plata, la Real Audiencia de Charcas y sus provincias; así como el contrabando que ingresaba por Brasil, o por ciudades como Lima y Buenos Aires en la época colonial.
La obra está basada en documentación primaria que Escobari consultó en diferentes archivos coloniales de ciudades como Potosí, Sucre, Buenos Aires, La Paz, Cuzco, Lima, Arequipa y Sevilla.
Sus obras más recientes son Mentalidad social y niñez abandonada (2011), De caciques a ciudadanos paceños. Historia, tradición y genealogía de los Cusicanqui. Siglos XVI – XXI (2011) y Caciques, nobles y extravagantes (2001), entre otras.
Le alquilé a razón de 42 pesos cada una (…) a fin de que nuestra augusta amabilísima Reina pueda obsequiar con ellas a la emperatriz de las Galias Madama Bonaparte
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