miércoles, 26 de diciembre de 2012

Bisutería bovina contra la mosca tse-tsé



La vaca Kamoli no parece inmutarse por su extravagancia, pero en realidad es un antílope acuático: el novedoso collar que luce emite el apestoso olor del animal salvaje, lo que mantiene alejadas a las letales moscas tse-tsé.

Como Kamoli, más de 1.500 reses que pastan en las kenianas Colinas Shimba, en el sureste del país, prueban un innovador sistema que espanta las moscas, sin necesidad de fustigarlas con el rabo.

"Si la vaca lleva puesto el collar, es como si la vistieras con la piel de un antílope acuático, y las moscas no la atacan", explica Christian Borgemeister, director general del Centro Internacional de Fisiología de Insectos y Ecología (ICIPE), encargado del proyecto.

Las picaduras de las moscas -que provocan la denominada enfermedad del sueño en los humanos, nagana en los animales- dificultan el crecimiento de las vacas (al no dejarles pastar tranquilas), la cría, y afectaban a su producción láctea, entre otros inconvenientes.

"Las moscas no atacan ni a los antílopes acuáticos, ni a las cebras. Nosotros identificamos el componente que mantenía alejadas a las moscas. Tratamos de probar con cebras primero, pero son muy salvajes y no permiten que te acerques. Parecen burros, pero no son domesticables en absoluto", comenta Borgemeister.

Así, los collares -de diseño tosco y que de lejos podrían confundirse con un badajo- despiden el hedor de los antílopes acuáticos gracias a un mejunje artificial de cinco sustancias químicas disponibles en el mercado.

"La verdad es que huele fatal", reconoce el científico en un claro salpicado de boñigas de vaca, donde llevan a cabo los análisis mensuales de las reses que forman parte de este programa, financiado por la Unión Europea con 1,5 millones de euros.

El radio de acción del perfume espantamoscas es de entre cincuenta y cien metros alrededor del collar, según las estimaciones del científico jefe en ICIPE, Rajinder Kumar, aunque los responsables del proyecto recomiendan que cada animal lleve uno.

"Antes del programa (de ICIPE) las vacas se morían habitualmente.

Comparaba medicinas y 'sprays' para ahuyentar las moscas, pero mi ganado seguía muriendo. Ahora, ya no", explica a Efe Esther Mulinge, que tiene 45 años, 10 vacas, y un número similar de dientes.

Esther gastaba entre 2.000 y 3.000 chelines kenianos (entre 17 y 26 euros) en esos medicamentos al mes, y el precio de cada collar ronda los 3 euros, multiplicado por los diez rumiantes de su ganado.

"Incluso si cuesta más que los anteriores tratamientos, los compraremos, porque vemos el efecto", aseguran a coro varios ganaderos de la zona.

El efecto -afirman los beneficiarios- se percibe enseguida: al pastar sin perturbaciones, los animales pueden alcanzar hasta 350 kilos, por los 250 de antes de iniciar las pruebas con los collares, por lo que su precio de venta llega a los 42.000 chelines, por los 28.000 de antes.

"Ahora consigo 4 litros de leche de cada vaca al día. ¿Antes? Una taza", relata un granjero, quien apunta que no suele sacrificar a los animales para obtener carne, sino que opta por comprarlos jóvenes y criarlos para aumentar su valor en el mercado con el paso de los años.

Los collares protegen asimismo a los ganaderos cuando están cerca de los rumiantes que los portan y, para reducir el número de moscas en el ambiente, los científicos también han desarrollado las llamadas "vacas artificiales": unos tenderetes de lona de color azul -que atrae a los insectos- rociados con hedor vacuno.

Y aunque la caída de la nagana entre las vacas con collar es del 90 por ciento, los científicos, aunque optimistas, todavía no saben cómo funcionará en zonas azotadas por otras variedades de mosca tse-tsé.

EFE

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