Decenas de camiones procedentes de Villamontes, Tarija, llegan hasta la ciudad de El Alto durante la época de invierno transportando el más delicioso sabor que emerge desde el río Pilcomayo: El afamado pescado sábalo.
Los choferes ubican sus camiones en la zona conocida como “Final Los Andes”, donde se genera una importante cadena económica que incluye a los transportadores del pescado, las raspadoras (peladoras del pescado), las vendedoras de comida, las verduleras, los cargadores y otros.
Un promedio de 80 camiones reparten los aromas de Villamontes por todo el país. Una vez que se instalan a vender, también prenden el carbón y ponen varios sábalos a la parrilla para comer y, cómo no, para hacer antojar a los potenciales compradores.
Comer pescado puede resultar un lujo para una familia de escasos recursos, pero no es el caso del sábalo que se vende, en época de abundancia, en 5 bolivianos la unidad. Eso sí, comerlo requiere paciencia y maestría porque está lleno de pequeñas espinas.
El sábalo se come frito, al horno o a la parrilla, pero, según recomiendan los sureños, en la mesa no debe faltar un buen vino, un plato de mote y otro de papa.
El pescado de Villamontes es tan sabroso y tan barato que se podría pensar que todos lo compran para ponerlo en su mesa, pero no es así, porque la gente primero pregunta: ¿No habrá sábalo sin espinas? Pues, no hay.
Pero, los camiones pescaderos también traen otras variedades como el dorado y el surubí, que si bien no tienen las pequeñas espinas, cuestan más caros: 35 bolivianos el kilo.
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